Viernes 22 de noviembre de 2024
29 AUG 2021 - 09:53 | Coronavirus

Coronavirus en Dolores: la historia del hombre que pasó 54 días internado y perdió a su papá por el virus

Tiene 46 años, es camionero y se salvó de milagro. Aún le quedan secuelas del virus que afectó al mundo

Hace tres semanas que recibió el alta médica.

Los médicos del Hospital Municipal San Roque de Dolores llamaron un día a la madre de Sergio Traverso, un vecino de Dolores y camionero, para que se despidiera de su hijo. Él estaba internado por coronavirus y su cuadro era tan grave que parecía irreversible. A los 46 años dio vuelta el destino y 54 días después de haber caminado cerca de la muerte se abrazó a la vida con tanta fuerza que recibió el alta.  

Contra todo pronóstico y sin poder hablar cuando vio a su mamá en lo que podría haber sido un último encuentro, le levantó el pulgar en señal de demostrar lo que pensaba: “Yo de esta salgo”. Y así fue. Eso le decía Traverso a cada uno que le preguntó por su estado de salud. “Yo le había dicho a todo el mundo ‘de esta salgo, esta no me va a ganar’ porque soy muy positivo y vi varios que estaban al lado mío y luego no volvieron”, contó a ENTRELÍNEAS.

Su historia es otra de las más de 3000 que tuvo Dolores en torno a esta pandemia, pero para él es diferente porque tuvo suerte y la puede contar. Así lo dijo a este medio. 
Apenas se sintió mal Traverso se hisopó, el resultado dio positivo. Pasó algunos días aislado en su casa y el cuadro empeoró. Fue en ese momento cuando llegó la internación. Un jueves ingresó al Hospital Municipal San Roque, para el sábado había empeorado y debieron buscar suero equino en La Plata. Eso le hizo bien, pero en el momento no había certezas y solo quedaba esperar dos semanas.

“Los 14 días esos se me hicieron bravísimos, no podía respirar, tenía el tubo de oxígeno pero no podía respirar. La doctora decidió probar con otro aparato y me pusieron una máscara bien apretada”, contó.

El techo y las paredes blancas de la habitación del hospital son lo único que él vio durante casi dos meses. A los costados el escenario era desolador: había otros pacientes internados en su situación que a veces se iban y no volvían, pero Traverso se apoyó en su forma positiva de vivir para aferrarse a la batalla contra la enfermedad.

“Llega un momento en que perdés la noción del tiempo porque no ves a nadie ahí adentro, estás solo y te apoyás en las enfermeras y los médicos que son muy cálidos. Eso realmente ayuda un montón”, aseguró.

Recibió el alta, pero las secuelas no lo abandonan

A casi tres semanas de que haya recibido el alta, Sergio Traverso aún convive con los daños que le dejó el coronavirus. “Te termina, las piernas te quedan finitas, te falta el aire, se te cae el pelo. Hasta hace pocos días se me seguía cayendo”, contó.
Parte de su recuperación también tuvo que hacerla con un kinesiólogo que lo veía martes y jueves. Él siempre predispuesto se prestó a todos los ejercicios y está seguro de que eso fue fundamental para salir adelante. También desde lo anímico por el peso del encierro y la soledad en el proceso de la internación que no fue fácil. 

La pérdida de su papá

“Desde que supe de la pandemia siempre pensé que todos nos íbamos a contagiar, pero nunca imaginé que me iba a agarrar tan fuerte. Uno nunca piensa que va a estar un mes y pico tan grave”, explicó Traverso. Lo que tampoco pensó es que él contagiaría a su papá, quien no pudo vencer a la enfermedad y murió.

Traverso cree saber cómo sucedió eso: “Iba poco a mi casa porque yo trabajaba y no quería contagiar a mis padres, sin embargo lo terminé haciendo porque cuando fui aunque los saludé desde la puerta, cuando salí se acercó mi mamá y ahí estornudé. Así le pasé el virus, pero en ese momento no sabía que lo tenía. Al otro día me empecé a sentir mal, me hice el hisopado y dio positivo”. 

“Un día, durante mi internación, vi que pasó la camilla con un paciente y dije ‘ese es mi padre’ porque le vi la cabeza blanca. Después me convencí más porque ninguna de las enfermeras venía a conversar conmigo como lo hacían habitualmente. Pensé que era raro, pero no dije nada hasta que la doctora me dijo que era él”, recordó. Dos o tres días después lo llevaron para que lo vea. Luego, falleció. 

Tarda en llegar, pero al final hay recompensa

La cama de la habitación en la que Traveso estaba internado estaba “a tres pasos” del baño, según él describió, sin embargo tenía dos tubos de oxígeno: uno en cada uno de esos lugares porque no podía llegar de uno a otro sin insuficiencia respiratoria. 

El trabajo del personal de salud, su fe, su cuerpo sin enfermedades preexistentes y su fuerza de voluntad lo ayudaron a que se salve y así llegó el momento del alta, uno que jamás va a olvidar porque fue absolutamente diferente a como lo hubiese imaginado: “Cuando salí, vi que me esperaban con carteles y aplausos. Ni me lo esperaba porque aunque yo no me sentía bien y podía darme cuenta de cómo iban las cosas, al paciente no le dicen todo. Me vinieron a saludar hasta las enfermeras del turno noche”.