Dolores: la ciclista que empezó a correr a los 50 años y fue campeona panamericana con una bicicleta prestada
Mirta Cirión tiene 77 años y no para. “El secreto es moverse”, dice mientras se prepara con su equipo de newcom (vóley adaptado) para participar en la final de los Juegos Bonaerenses.
Arreglar horarios para la entrevista fue difícil, porque Mirta Cirión está entrenando duro con su equipo de newcom (vóley adaptado) para participar en la final de los Juegos Bonaerenses. Es que con 77 años no deja de hacer toda la actividad física que puede. “A todos los juegos que hay, voy”, dice esta mujer menudita, toda vitalidad.
En el living de su casa hay trofeos, medallas, fotos, recortes de diario y otros testimonios de su carrera de ciclista, que incluye un título panamericano. Una carrera que comenzó a los 50 años sin haber hecho ninguna actividad deportiva previa. “Yo me inicié con el Polideportivo", dice y es ese su lugar de pertenencia.
Para el Panamericano de Mar del Plata de 2005 la entrenó su marido, ciclista también. “Vinieron todas extranjeras a correr. Tenía una bicicletita que nada que ver con las de ellas y les gané en la categoría contrarreloj y, al otro día, en pelotón”, relata con orgullo.
En cada caso, fue y volvió desde su casa en Dolores, ubicada a 200 kilómetros del lugar donde se corría. La bicicleta era de fierro y se la había prestado otro ciclista dolorense, Miguel Parodi. Pese a que las demás competidoras tenían bicicletas mucho más livianas y modernas, logró traerse la primera medalla de oro del ciclismo local.
Sin embargo, la anécdota más emotiva es quizás la que la llevó a Potrero de los Funes (San Luis), tiempo antes. Pero, por desconocimiento, “fui a correr con una pistera, no sabía que había subidas y bajadas. Todas eran chicas de 20 y pico y yo tenía 58”.
Lo mejor ocurrió en la llegada porque “la gente fue a ver quién era la persona grande que corría con las chicas y llegué de noche. Eso fue lo más lindo, además de haber sido campeona panamericana”. Enmarcada sobre la pared, la nota de un diario de San Juan, que da cuenta del momento, refleja el orgullo familiar.
Más allá de que haya dejado el ciclismo, Mirta no para un minuto. En el Polideportivo, dice, “donde me pongan, juego”. Y es que también se dedica al bordado: acaba de terminar un enorme tapiz que, muestra orgullosa, está exactamente igual del derecho que del revés. Y no sólo borda, sino que también es la autora del gran mural que hay en la pared de entrada a su casa.
“Hay mucha gente de mi edad que se queja y se queja. Y yo les digo: vayan al Polideportivo”, señala cuando se le pide el secreto de tanta vitalidad. “Para estar bien, hay que moverse”, concluye.