18/05/2020 | Noticias | Opinión

La cara impresentable del poliedro, la nueva columna de Jorge Asís

“La Doctora les volvió a ganar con otro guitarrista de Puerto Madero”, asevera el notable periodista y escritor en otro análisis de la actualidad social, económica y política del país.


1.- AMADO FUE 2. ALBERTO ES 1
Al antikirchnerismo le cuesta aceptar que el kirchnerismo dejó de existir.
Tampoco puede asumir que La Doctora les volvió a ganar.
Con otro guitarrista de Puerto Madero.
Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Elegido para ser el uno.
No el dos. Como lo fue en 2011 Amado Boudou, El Descuidista.
Amado era cultor del rock estruendoso de La Mancha de Rolando.
Paseaba en motocicleta con el pelo al viento.
Alberto suele acompañarse con tiernas baladas.
«Ojos de papel». «Licor de miel». Paseaba un perro.

Con el nuevo guitarrista La Doctora pasa al relativo plano secundario.
Espera, sin impaciencia, los mandados. Y el respectivo vuelto.
Con las fichas prestadas, Alberto acertó varios plenos con la pandemia.
Amasó una fortuna propia, ante la conformidad de la dueña del Casino.

El manejo eficiente de la peste, a través del agotado encierro compulsivo, atenúa los tres meses perdidos en la (mala) negociación de la deuda.
Pero ánimo. El papelón de otro default aún puede evitarse.
Deberían atenuarse también las inexplicables chiquilinadas regionales.
Derivaciones del barniz progresista de la Estudiantina de Puebla, que depara la dulce adolescencia del candor.

2.- PECADO DE ORIGEN
Al doctorismo le cuesta asumir, en simultáneo, el pecado de origen.
La cara impresentable del poliedro.

Por la manera de construir poder de Néstor Kirchner, El Furia. A través del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Consta que, en el plano nacional, el poliedro del kirchnerismo arrancó en mayo de 2003.
Por error de Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas).
Para concluir en octubre de 2010. Cuando El Furia cometió la severa irresponsabilidad de morirse.
En adelante, el doctorismo se funde (y confunde) con el kirchnerismo póstumo que se evaporó.
Dejó de herencia secuelas, mitologías de Fort Knox, asombros.
Un quilombo, en fin, extraordinario.
Como hecho político, más que como manifestación de lealtad o de amor, se reconoce que La Doctora jamás identificó los pecados originarios.
Sabe que, gracias al Furia, en 2007 pudo alcanzar la presidencia.
También sabe que, por el mismo motivo, no fue una presidenta superior.
Falta la novela al respecto.

3.- EL JUEGO SUTIL DE LAS NEGACIONES
Doble juego de negaciones sutiles.
Primero. La sociedad antikirchnerista no acepta haber sido vencida por el doctorismo. Una cuestión cultural.
Segundo. El doctorismo no asume la cara impresentable del poliedro.
El rostro que antagoniza con el Nestornauta.

Quienes no reconocen tampoco el final del kirchnerismo son aquellos colaboradores principales transformados en carne de olvido.
Los que no encuentran lugar en la presentable etapa doctorista.
Desde Julio de Vido, El Pulpo, que padeció con estoicismo los desaires y vaciamientos, generados desde la ausencia del líder.
Hasta los beneficiarios del silencio manso. Los inadvertidos.
Apartados de perfil bajísimo. No tiene sentido evocarlos.
O los que siguen presos. De la magnitud de Lázaro Báez, El Resucitado.
Lleva tres años adentro, en preventiva. Nunca fue funcionario.
La epopeya de Austral, a partir de Gotti.
Jamás se le cruzó a Lázaro la idea del arrepentimiento.
Banca, al jefe o al socio o amigo muerto, hasta la perpetuidad.
Es una acción que se valora en la otra cara del poliedro.
Representa Lázaro exactamente lo contrario del Neolopecito.
Arrepentido -pobre Neolopecito- del arrepentimiento.
O Ricardo Jaime, el Señor de los Subsidios, línea directa, entrada asegurada.
O D’Elía, El Levantino. Lo más parecido, en el plantel, al preso político.

Son los descartables. Quedaron rezagados.
Nada tienen que ver con la estructura del doctorismo actual, digna columna vertebral de un frente.
Para quienes estudian el kirchnerismo clásico, Lázaro Báez es más significativo que Horacio González. O que Horacio Verbitsky.
Y Claudio Uberti fue de una utilidad muy superior a la del Pepe Nun. O que la señora Teresa Parodi.
Pero es una tarea imposible reproducir el sinceramiento en el país que prefiere cultivar la hipocresía.

Después del fracaso de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, en 2019 se le proponen dos alternativas a la sociedad compleja.
Votar por los sinvergüenzas o por los inútiles.
(Código de interpretación del pensador Alejandro Álvarez, El Gallego).
La sociedad eligió, para representarla, a los sinvergüenzas. Son más confiables.
Aunque los elegidos decidan despegarse de las vergüenzas de la corrupción, deben hacerse cargo de todas las caras del poliedro.

4.- CON EL PODER EN EL BOLSO
A partir de la discutible percepción de la historia reciente, brota el espacio para otras interpretaciones.
Al gobierno de Alberto y La Doctora se lo critica y ataca muy mal.
Pero se lo defiende mucho peor.
El antikirchnerismo no se resigna, como el tango, a «la tristeza de saberse derrotado».
Replica con los argumentos utilizados en la elección que perdieron.
Con las mismas caras, y con similares razones, insisten en las cuestiones judiciales.
Condenan por los medios a La Doctora por “pretender la impunidad”.
Vuelven, con ingenuidad, a equivocarse. Pifian.
Porque La Doctora, a esta altura, ya no se conforma con sobreseimientos. Tienen sabor a poco.
La dama busca la reparación. El desagravio moral.
Con el rostro cargado de verdad contenida, lo dijo con claridad en el mismo tribunal:
“A mí me absolvió la historia”.

Pero La Doctora también abusa del derecho a equivocarse. Pifia con ganas.
La Argentina no es el país ideal para las absoluciones. Ni para las culpabilidades definitivas.
Para resolver los dilemas con la Justicia no es necesario encarar ninguna reforma judicial conveniente.
Lo que se impone simplemente es consolidar el poder político.
Resolver los problemas. Crear riqueza. Distribuirla. Brindar la terca felicidad al pueblo postergado, que con menos paciencia espera.
Desde Maquiavelo hasta aquí, cuando el poder está en el bolso, la justicia siempre se adapta.
Y cuando el poder se diluye, cualquier abogada sin maquillaje, con cuatro datos dispersos, se lleva puesto un gobierno.
Desde la emisión más piadosa del cable.


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