Un tuit del usuario Quien Lo Fabrica se viralizó al mostrar que dos populares golosinas, Tita y Rodhesia, no contienen chocolate entre sus ingredientes, sino un baño de repostería a base de aceite hidrogenado. El tuit reavivó el debate acerca de la necesidad de contar con una nueva ley de etiquetado, que fue aprobada en el Senado de la Nación. Pero aún espera su tratamiento en Diputados. Y en la Legislatura porteña, duerme desde el año pasado un proyecto similar.
Según los últimos datos recolectados por el Ministerio de Salud de la Nación, en la Argentina el 61,6% de las personas tienen “exceso de peso”, un 36,2% “sobrepeso” y un 25,4% son obesas.
Niñas y niños son, por definición, la población más expuesta a una epidemia que -antes y en paralelo al coronavirus- no para de crecer desde la masificación de productos alimenticios industriales ultraprocesados, sumado a agresivas campañas publicitarias que estimulan un consumo voraz.
Un estudio de la Fundación Interamericana del Corazón reveló que los niños están expuestos a 60 publicidades de productos no saludables comestibles por semana.
La exigencia de nutricionistas, organizaciones sanitaristas y divulgadores alejados del lobby de la industria alimenticia fue centrándose, como primera instancia, en lograr un rotulado obligatorio que advierta sobre los altos contenidos de calorías, grasas, azúcares o sodio, con etiquetas color negro de impacto visual para advertir sobre las potenciales consecuencias en la salud.
También en la Legislatura
A la danza de proyectos de ese tenor que duermen en el limbo legislativo del Congreso, se ha sumado una iniciativa en la Legislatura porteña, presentado a principios del 2020. El diputado Ariel Álvarez Palma (UCR-Evolución) propone que los “fabricantes, productores, distribuidores e importadores de alimentos” deban rotular los envases con altos contenidos “en calorías, grasas, azúcares y/o sal”.
Se trata de una regulación que lograron países como Chile y Uruguay, entre muchos otros. Pero en la Argentina choca siempre con una poderosa industria que ha penetrado en vastos sectores de la política -con acuerdos firmados para consensuar medidas referidas a la alimentación- y la comunicación a fuerza de pautas publicitarias.
Siguiendo el modelo implementado en Chile, el legislador Alvarez Palma propone que esos rótulos se coloquen en un dibujo “de base octogonal” con “margen blanco de recorte sobre fondo”.
Además, el proyecto apunta a que todo anuncio publicitario de este tipo de alimentos en la vía pública de la Ciudad de Buenos Aires deberá, en caso de aprobarse la iniciativa, incluir una leyenda similar al texto del rotulado del paquete.
Entro punto fundamental es que los establecimientos de educación inicial, primaria y secundaria tendrán que incluir “actividades didácticas y físicas que contribuyan a desarrollar hábitos de una alimentación saludable”, advirtiendo sobre los “efectos nocivos de una dieta excesiva en grasas saturadas, azúcares, sodio, calorías u otros nutrientes”.
Un rotulado frontal que advierta sobre alto contenido en azúcar, es fundamental. Es el ingrediente más abusado, hoy un niño de ocho años ya comió la misma cantidad de azúcar que una persona de 80.
La experiencia chilena
En efecto, según un estudio del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, a tres años de la puesta en marcha de ley de rotulados, en el caso de las bebidas y jugos azucarados, las compras de productos “altos en” cayeron un 25 por ciento, las de cereales de desayuno 36 por ciento y las de postres envasados 17 por ciento.
Después del rotulado, en Chile la venta de bebidas y jugos azucarados cayó 25%, los cereales para desayuno el 36% y los postres enasados el 17%.
Sabrina Critzmann, médica pediatra, festeja la presentación de un proyecto de este tenor, pero advierte al mismo tiempo sobre una de las consecuencias “no deseadas” de la ley tomada como ejemplo y aplicada en Chile. Critzmann habla de la maniobra de la industria que, una vez impedida de encubrir los altos niveles de azúcar presente en los alimentos, se volcó a la aplicación masiva de los edulcorantes.
“Todavía no tenemos muy en claro cuáles son los efectos en el corto, mediano y largo plazo en la salud, pero sí sabemos que tienen efectos adversos a nivel microbiota (flora intestinal), que afecta cómo metabolizamos las grasas, fabricamos anticuerpos y el funcionamiento de los neurotransmisores”, enumera.
“El rotulado frontal es algo que debe hacerse con urgencia. Sin eso, no se cumple el derecho a la información”, sentencia Soledad Barruti, periodista e investigadora especializada en cuestiones alimentarias, autora de dos best sellers, Malcomidos y Mala Leche.
Podríamos desayunar choclo, tomate, huevo, palta… son todas cosas más baratas que el queso crema o las golosinas. Hay que volver, de a poco, a la comida real, sin paquete.
Para Critzmann es “muy importante” la regulación de la publicidad en los medios, pero también los paquetes y envoltorios. “Mucho del consumo está inducido por las ‘sorpresas’ que vienen dentro de los productos”, señala, al tiempo en que insiste en que el Estado tiene que intervenir en la oferta de los quioscos en las escuelas.
“En esos lugares la oferta es a base de mezcla de harinas, azúcares y aceites, de muy baja calidad nutricional, que llenan la panza, pero no nutren ni el cuerpo ni la mente”, señala. “Culturalmente estamos acostumbrados a desayunar y merendar cosas dulces, pero esto no es necesario, hay otras opciones. Podríamos desayunar choclo, tomate, huevo, palta… son todas cosas más baratas que el queso crema o las golosinas. Hay que volver, de a poco, a la comida real, sin paquete, que se puede comer también con la mano”, completa.
Barruti, al igual que Critzmann, exige que la sumatoria de advertencias para alertar sobre los altos contenidos en edulcorantes y cafeína, y completar la ley endureciendo la regulación en materia publicitaria y retirando la oferta de este tipo de productos en los entornos escolares.
En ese sentido, un proyecto como el presentado por Álvarez Palma, puede ser el comienzo de un proceso más amplio. “Lo que permite el rotulado de alimentos es que el consumidor pueda ver de una manera simple el contenido nutricional de cada alimento, sin necesidad de tener que revisar minuciosamente la letra chica de los envases”, explica el legislador.
“Es una ley que entra en el marco de la obviedad”, apunta Barruti. ¿Por qué todavía no contamos con una regulación de este tipo? “A mí me han mostrado muchísimos proyectos como este, hay muchos políticos con buenas intenciones, pero el lobby de la industria alimentaria en la Argentina es muy fuerte”, responde la investigadora.
Obesidad, diabetes, problemas cardiovasculares, dentaduras destrozadas. Las consecuencias están a la vista y en franco deterioro. “La salud es un derecho y la alimentación saludable es el principio de todo: alimentación sana se traduce en niños sanos”, cierra Critzmann.
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