Cuando “El Pibe” llegó a San Clemente del Tuyú solo había menos de diez familias. Eulogio Amador Correa tiene 92 años, solo siete más que la ciudad con la que crecieron juntos, porque “El Pibe” trabajó toda su vida, tanto que cuando era joven llegó a pensar que no había otro tan trabajador y se esforzaba por ganar el título del mundo.
En diálogo con Fabián Silva, un costero que busca, recopila y narra en sus redes sociales la historia de los pioneros del Partido de La Costa bajo el título “Charlas para compartir”, Eulogio repasó su vida cargada de esfuerzo y sacrificio y aseguró: “Si los jóvenes de hoy supieran cómo se vivía antes, se darían cuenta de que son millonarios (…) Antes todo era terriblemente más sacrificado”.
Correa ofreció durante cuarenta y seis años el servicio de alquiler de caballos, ponis y sulkys, era la diversión de los turistas. A eso quiso dedicarse desde que era un niño. Con eso soñaba: con caballos parejeros, galgos y gallos de riña. Lo tuvo todo y le agradece a Dios, pero para él su mayor éxito fue hacer de eso un estilo de vida y tener una compañía.
“El Pibe” es un hombre simple, humilde, que aún conserva un estilo de vida campechano y tradicional. Por ejemplo, todas las mañanas va con el carro hasta el mercado La Academia donde le dan los huesos para sus perros. De paso, se lleva algo para comer. Y en su cocina, cada tanto, entra un pollo de visita en busca de migas de pan.
En San Clamente del Tuyú no hay quien no lo reconozca si lo ve por la calle, incluso hasta le fue entregado un diploma en su honor tiempo atrás. Todo tiene su origen en 1943, según lo narró Silva.
De General Madariaga a San Clemente
Los Correa son oriundos de General Madariaga, a 124 kilómetros de San Clemente, donde se mudaron en 1943, es decir hace 78 años, cuando “El Pibe” tenía 15. Él nació el 13 de septiembre de 1928 fruto de la relación de sus padres, Eustaquio Correa y Julia Cipriana Albarengo, y tuvo nueve hermanos.
Desde hace sesenta años los Correa viven en un campo ubicado entre la ruta interbalnearia y la planta de tratamiento agua, en la zona sur de la ciudad. Cuando llegaron solo habitaban ahí menos de diez familias: los López, los Pereira, los Bueri, Sixto Gómez, “Tito” Escobar, los Waters, Los Roa y Doña Benicia Herrea.
“El Pibe” ama ese lugar porque ahí está su historia. “Acá voy a morir porque de acá me sacan con los pies para adelante”, le dijo a Silva.
“El más trabajador que hubo en la zona”
Así se definió “El Pibe” en su charla con Silva. Es que él hizo todo. Ya a los 13 años trabajaba de sol a sol. “Yo me crié en la ruina. Todavía están por ahí las chapas del rancho donde nos criamos. Desde muy chicos tuvimos que salir a trabajar. Salíamos a cazar para comer. He casado nutrias, me he metido en los cañadones con el agua abajo de los brazos. También trabajé de carrero, que fue lo que más hice durante los meses de invierno”, recordó.
Correa también fue carrero, incluso fue parte de obras importantes para la región. “Todos los días llevaba entre veinte y veinticinco carros de arena o conchilla a las obras en construcción o relleno de terrenos, pero cuando se hizo la ruta interbalnearia llegué a llevar hasta sesenta y seis viajes por día”, agregó.
También fue parte de los trabajos que se hicieron en el terraplén de la Ruta 11, entre General Conesa y General Lavalle. Luego abrió calles en San clemente. Todo lo hizo con un palón tirado por cuatro caballos a la mañana y cuatro a la tarde. Cambiaban los caballos, pero no los hombres.
“El Pibe”, que también fue albañíl, llenó lozas y volteó terneros en estancias, trabajaba tanto que por momentos le sangraban los dedos, y quienes lo miraban le preguntaba si había venido de Roma. Trabajó mojado, embarrado, bajo el sol más intenso o la lluvia, durmió a la intemperie de la noche y más de una vez cenó avena frita, pero todo eso lo llena de orgullo.
La familia de “El Pibe”
Correa enviudó hace veinte años. Su esposa fue Irma Haydee Jaunarena, de Santa Teresita, y con ella compartió más de treinta años de matrimonio y cinco hijos: Julio Eulogio, Élida Haydee, Silvia Verónica, Claudia “Chiche” y Pablo Javier.
Pero su familia no termina ahí. “El Pibe” también comparte sus días con sus perros, su pollo y Campesino, su caballo pura sangre.
Él está orgulloso de su camino recorrido: trabajó, tuvo buenos y malos momentos, pero siempre ayudó y hoy siente la satisfacción de haberle hecho bien a los que más quiere. De salud está impecable, apenas un poco sordo, sin embargo no le teme a la muerte. “El Peque” Correa es historia viva.
Entrevista: Fabián Silva.
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