“Es el síndrome de los últimos cinco minutos del partido, en los que uno quiere meter todos los goles que no pudo hacer antes.” El psicólogo Alejandro Schujman usa esa figura futbolera para graficar lo que le ocurre a muchas personas con diversos niveles de intensidad cuando diciembre empieza a correr.
La mente se agota a la par de los espacios disponibles en el calendario 2019, mientras que la cantidad de tareas pendientes, actos, encuentros y de veámonos antes de fin de año se multiplican. El malestar crece, el cansancio se vuelve regla, la sensibilidad se intensifica, las ausencias se hacen más presentes y hay quienes a los que el peso de esa mochila se les vuelve insoportable.
Debido a la cuestión social y económica que se atraviesa en la Argentina, con una inflación anual cercana al 60 por ciento, devaluaciones y crisis financiera y económica en los hogares, según datos de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), mientras en el país bajaron las ventas de casi todos los medicamentos, los sedantes e hipnóticos subieron un 15,7% de enero a septiembre, en comparación con el mismo período de 2018.
“En diciembre atiendo muchísimas más consultas, más urgencias. Los pacientes que venían bien durante el año se descompensan más y se ponen mucho peor”, señala el psiquiatra Patricio Rey, jefe de derivación y orientación terapéutica y adolescencia del Hospital de Clínicas José de San Martín. La demanda, dice, crece tanto en las guardias como a nivel ambulatorio. Pero reconoce que al cóctel típico de todos los fines de año (los conflictos familiares, el peso de las ausencias, el balance) se le añaden en este en particular “la incertidumbre política y la pérdida de poder adquisitivo, así como el desempleo y el miedo a perder el trabajo. Tengo un montón de pacientes que han bajado su nivel de vida y eso genera un estrés terrible. La crisis impacta en la salud física y psíquica”.
A largo plazo, el estrés crónico puede originar enfermedades cardíacas, psiquiátricas (trastornos de ansiedad, fobias, adicciones, depresión), metabólicas, inflamatorias, inmunológicas. “Es el costo que paga el organismo por estar adaptado por mucho tiempo a situaciones para las cuales no viene preparado”, dice Bonet. Y todo lo preexistente también empeora con el estrés, ya sea la salud mental, las cardiopatías, enfermedades respiratorias (EPOC, asma), gastrointestinales, entre otras.
LAS TEMIDAS FIESTAS EN FAMILIAS AMPLIAS
Por eso las Fiestas son momentos de gran actividad en las guardias de hospitales y clínicas. “Aumenta la atención de problemas psiquiátricos, hasta clínicos y accidentes”, dice Rey.
En ese sentido, el cardiólogo Mario Boskis señala que hay amplia bibliografía sobre la relación entre el fin de año y los eventos cardiovasculares. “A modo de muestra, un estudio de la prestigiosa revista Circulation publicó en 1994 información estadística que prueba el mayor riesgo de muerte cardiovascular asociado a la fiestas de fin de año. Un importante estudio observacional realizado en Suecia encontró resultados similares, evidenciando un incremento de más del 35% en la aparición infartos de miocardio en vísperas de la Navidad. Este fenómeno, asociado a las fiestas, aparentemente sería global.”
Más datos: en Argentina, casi uno de cada tres mayores de 18 años sufrirá un trastorno de salud mental en algún momento de su vida (29%), pero el riesgo estimado hasta los 75 años sube hasta alcanzar hasta casi cuatro de cada 10 (37,1%), de acuerdo a los hallazgos del primer estudio epidemiológico de salud mental en población general realizado en el país, publicado el año pasado. Los más frecuentes son precisamente los trastornos de ansiedad, que afectan al 16% de los adultos, seguidos por los trastornos del estado de ánimo (12,3%), los trastornos por sustancias (10,4%), y los trastornos del control de impulsos (2,5%).
¿Qué pasó con esas promesas que nos hicimos, copa en mano, el 1° de enero? Sí, ¿para qué vamos a engañarnos?, las mismas que nos habíamos planteado el año anterior y el anterior. En algún momento de diciembre, consciente o inconscientemente la cabeza se divide en dos columnas, la del debe y el haber.
“Fin de año va acompañado muchas veces de frustraciones y tristezas: gente que ya no está, lo que no lograste. Hay dos fines de años: el del año en sí y el del cumpleaños, los dos tienen esa característica”, señala López Rosetti y agrega que “muchas veces no dan los resultados que uno espera, o no están acordes a las expectativas y eso puede incrementar cierto nivel de angustia, de ansiedad, estrés”.
Alejandro Schujman es tajante: no aconseja en absoluto hacer balances. “Termina un año, empieza otro y nada debiera cambiar, pero estamos seteados de esa manera. Habría que cambiar el chip: nada grave pasa. El partido sigue después de las 12. Sí lo que uno debería preguntarse es ¿qué pasa que tengo un montón de pendientes, hace cinco años que vengo haciendo las mismas promesas? El problema no es el 31 de diciembre, sino las cosas que no resolvemos”, afirma.
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