Los aves marinas, que fueron reinsertadas en las playas de San Clemente el pasado viernes 1 de noviembre, habían sido socorridas en primera instancia por la Fundación Ecológica Pinamar y la organización Rescate Verdemar, de Villa Gesell, que trabajan de manera cooperativa con la Fundación Mundo Marino.
Eran 6 pingüinos magallánicos (Spheniscus magellanicus) y 1 de penacho amarillo (Eudyptes chrysocome) que fueron encontrados en las localidades de Valeria del Mar, Santa Teresita, Villa Gesell, Mar de Ajó y San Clemente. Tres de ellos aparecieron empetrolados, mientras que los otros cuatro con cuadros de desnutrición.
Ambas especies son migratorias y es en su recorrido en el mar en donde se enfrentan a distintas amenazas como la aparición de hidrocarburos o la falta de alimento. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el magallánico es una especie catalogada como “casi amenazada”, mientras que la de penacho amarillo, se encuentra en estado “vulnerable”.
“Estos animales poseen un comportamiento gregario y pasan gran parte del tiempo en el agua, por lo que si aparecen solos en la playa es un mal síntoma. Para nosotros estas aves son centinelas que nos indican con su sola presencia qué es lo que ocurre mar adentro y no estamos viendo”, explica Sergio Rodríguez Heredia, biólogo y jefe del Centro de Rescate y Rehabilitación de la Fundación Mundo Marino.
Es importante tener en cuenta que estos animales absorben el agua a través del alimento sólido que ingieren, por lo que frente a la escasez de alimento, sobreviene un cuadro de deshidratación y de debilitamiento de su sistema inmunológico. Esto los vuelve más vulnerables a cualquier tipo de patología y los hace salir famélicos a las costas con cuadros de hipotermia o hipertermia (aumento de la temperatura), dado que no pueden regular correctamente su temperatura.
Los tres pingüinos que aparecieron con cuadros de empetrolamiento no fueron el primer caso en lo que va del año. A fines de agosto, 15 pingüinos magallánicos también regresaron al mar luego de atravesar un proceso de rehabilitación por empetrolamiento que contempló distintas etapas: estabilización (hidratación y nutrición, etapa que también se realizó en el caso de los otros cuatro pingüinos reinsertados), lavado, enjuague, secado, ejercitación e impermeabilización.
“El petróleo les produce un apelmazamiento de sus plumas que les altera la disposición natural, haciendo que se interrumpa la barrera de aire que aísla la piel del medio externo. De esta manera, además de afectarles la flotabilidad, pierden su capacidad de regular la temperatura corporal. Al necesitar salir del agua, salen a la costa, y quedan a merced de depredadores”, aclara Rodríguez Heredia.
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