Mandato. Obligación. Culminación personal. Elección. Construcción cultural. Cada una de estas palabras define diversos paradigmas desde dónde organizar la maternidad, opciones que se han ido sucediendo en el tiempo, pero que, de alguna manera, todas están vigentes hoy en la sociedad en la que vivimos. Y ninguna de ellas está exenta de tensiones.
Celia Lorente es militante feminista, sindicalista y madre de cinco hijos de entre 24 y 3 años de edad. “Maternar es un verbo relacionado con cuidar, garantizar la supervivencia de la vida humana con amorosidad, pero es una construcción cultural y una elección”, define.
Desde su perspectiva, “no tiene que ver con el rol de la mujer sino que materna quien construye un vínculo que le permite cuidar amorosamente a una persona que de otro modo no podría sobrevivir”.
Esta actividad es necesariamente colectiva, porque, según sostiene “cuando decimos yo crío sola, porque nos ha tocado por circunstancias de la vida no tener un compañero o una compañera al lado, criamos comunitariamente.
No podríamos sobrevivir a la maternidad sin el resto de la sociedad, sin primas, vecinas, docentes, sin trabajadoras de casas de familia. Que son habitualmente mujeres”. Así se crean “espacios de maternidades colectivas que están propuestos para que los chicos vayan a fútbol, a básquet, a inglés, una lleva, otra trae.
Que también permiten construir un tejido que nos permita sobrevivir a esa maternidad tan demandante.” A lo largo de estos años, pudo vivir las tensiones que la sociedad registra en torno a la crianza de los hijos. “Mis primeros hijos los crié sin un modelo de maternidad tradicional porque mi mamá no lo tuvo, ya que fue abandonada a los 10 años por su madre y la criaron en una familia, donde no fue escolarizada ni tuvo un tejido de amistades de niña.”
Celia explica que al principio aplicó el modelo que veía a su alrededor, que tenía que ver con el éxito, la exigencia, el deber ser. “Que si sos varón no te podés pintar las uñas, si sos nena no podés trepar un árbol, que si tus amigas van a hockey tenés que ir a hockey.
Estos modelos se cayeron como un castillo de naipes cuando fui dejando de imitar otras maternidades y tratando de construir a partir de mis ideas con personas muy éticas y responsables que me ayudaron a ver otras cosas”, señala.
Con todas las crisis y discusiones posibles propias de las relaciones humanas, señala nuevos modelos que llevan a un borramiento de los límites rígidos de modelos anteriores. “Yo consulto con mis hijas e hijos lo que tiene que ver con cuestiones que pueden afectar la maternidad. Por ejemplo, cuando me ofrecieron la secretaría de género de la Asociación Judicial Bonaerense, les pregunté si estaban de acuerdo que lo aceptara en función de mis ausencias.
Al igual que mi última maternidad, antes de decidirme a avanzar con el embarazo, sabiendo que iba a tener una maternidad exclusiva, fue una decisión que compartí con mis hijos y mis hijas, y Carmela fue recibida con mucha felicidad”.
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