Una familia que no abandona. Un fiscal empecinado. Una investigación que cuenta con el tiempo como peor enemigo. Un móvil que no se aclara. Un cuerpo que no aparece. A 17 años de la desaparición de Rubén Darío Jerez, las sombras siguen ganando la partida.
“Esta causa nunca se va a archivar”. El fiscal Diego Bensi es enfático cuando dice que su objetivo es “darle una respuesta a la familia” y que por eso sigue empujando la investigación de una de las historias más oscura de la zona: la desaparición de Rubén Darío Jerez en Santa Teresita, hace 17 años.
Bensi explica que, mientras continúa el recurso de apelación ante Casación contra el fallo que declaró la prescripción de la causa por encubrimiento, sigue adelante tratando de develar qué pasó con el repartidor de Arcor que salió de su casa para trabajar como cualquier día y nunca más se supo de él.
En este sentido, la fiscalía pidió y obtuvo la asignación de una oficial de la Dirección de Investigaciones de Dolores destinada exclusivamente a revisar todo lo que hay en el más que voluminoso expediente. “Voy por la cuarta o quinta lectura, estamos pidiendo medidas y algunas buenas noticias tenemos”, se entusiasma el fiscal que, por obvias razones, no ahonda en mayores precisiones.
Sin embargo, no deja de reconocer que el principal problema es la falta de un móvil claro. Nadie tiene certezas acerca de qué pudo pasarle a Jerez ni por qué. Y esa es una de las mayores trabas para una investigación en la que, como en todas las averiguaciones, el tiempo es el peor enemigo.
UNA HISTORIA EN SOMBRAS
El 25 de octubre de 2001 dejó su auto estacionado en las cinco esquinas de Diagonal 23 y calle 3, tomó los últimos pedidos como representante de la empresa Arcor, habló por celular en una de esas esquinas y desapareció. Literalmente, se lo tragó la tierra. Nunca nadie supo más sobre él. Hoy mucho es lo que puede contarse, pero todo conduce básicamente al mismo punto: las cinco esquinas de Santa Teresita, un jueves de octubre de hace 17 años.
Hace justo un año se conoció la última de las noticias: la Justicia acababa de decretar la prescripción de la acción penal contra los imputados por encubrimiento. Un balde de agua fría más para una familia que no ha bajado los brazos desde el mediodía en que les resultó extraño que Darío no llegara a almorzar.
Volvamos atrás. Luego de una investigación que llevó años, que tuvo idas y venidas, que recolectó pistas falsas, callejones sin salida e interrogantes no resueltos nunca, en 2013 comenzó el juicio contra seis personas acusadas de haber encubierto el crimen. Durante 20 días declararon ante el tribunal cuatrocientos testigos y los fiscales Diego Torres y Diego Bensi acusaron a cinco personas por encubrimiento: Carlos Subirol; el ex concejal Daniel López; el ex director de Inspecciones Gerardo Ibarra; el chofer y custodio del secretario de Gobierno, Gastón Leandro Alzugaray; Alejandro Muñoz, socio de Comprar SRL, jefe directo de Jerez y amigo personal, y Jorge Grande, secretario de gobierno del entonces intendente radical, Guillermo Magadán.
Después de varios días de juicio en los que circularon 400 testigos, el tribunal dictó la absolución de todos los imputados. El fallo fue anulado por Casación y esa anulación, confirmada por la Suprema Corte bonaerense, que ordenó hacer un nuevo juicio.
Sin embargo, esa orden no pudo cumplirse porque el tribunal oral número 2 de Dolores, constituido por los jueces Emiliano Lazzari, María Eva Merlo e Inés Olmedo, dictaminó que la causa estaba prescripta por cuanto “durante el período comprendido entre el 21 de febrero de 2011 y el 21 de febrero de 2017 no medió acto interruptivo alguno del curso de la prescripción de la acción penal en esta causa”.
LA DIAGONAL Y LA MARATÓN
Cada 25 de octubre en Santa Teresita se organiza una maratón para recordar al vecino desaparecido y mediante la dirección de Promoción de Derechos Humanos de la Municipalidad de La Costa se decidió colocar el nombre de Darío Jerez a la ex diagonal 23, desde 29 a 27, las dos cuadras de extensión de esa arteria. Y también se organiza en esta fecha un recital de bandas locales que recuerdan en un marco de alegría y juventud la tristeza de un padre de familia que no volvió a su casa y que aún continúa como desaparecido. Mientras tanto, su esposa Viviana Zubiaurre y sus hijos siguen reclamando Justicia.
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