Carteles contra Cristina Kirchner: La extraña dama, el enigma del jefe y los pasos lentos de la investigación
Los secretos de la enigmática mujer que pagó los afiches aún no están develados. Ejecutiva de una offshore, oficinas en la calle Pueyrredón y un apellido igual a un visitante de la Casa Rosada durante el gobierno de Macri.
La justicia nacional y la porteña convergen en una extraña mujer de Recoleta en el caso de los violentos carteles contra Cristina Kirchner. Sería quien mandó a la imprenta a un remisero con 288.000 pesos y el original de los afiches para que allí se impriman y luego se peguen en el centro porteño. Nilda Lilian Melhem desde ya que no es una “abuelita”, “jubilada”, sino una especie de ejecutiva de una offshore, Knightsbridge Partners, propiedad de sus primos, y ella misma sería dueña de oficinas que alquila sobre la calle Pueyrredón.
A la mujer de 61 años no se le advierte una pasión por la política, pero en septiembre del año pasado se despachó con un violento post en Facebook echándole la culpa al gobierno de la muerte de sus padres por Covid --Eduardo Melhem tenía 93 años y su esposa, Nené, una edad similar-- porque, siguiendo el argumento de Cambiemos, no se firmó el contrato con Pfizer. En verdad, cuando los padres murieron, ni siquiera en Estados Unidos se había administrado la vacuna Pfizer.
Nilda Melhem fue de las que dejó aquellas piedras frente a la Casa Rosada el 17 de agosto de 2021 en recuerdo de los fallecidos por la pandemia. Aún así, en los audios que le mandó al vendedor de la imprenta --Francisco Serrano-- la mujer le contestó a varias preguntas con la frase “le tengo que consultar a mi jefe”. Por el perfil de ella, “el jefe” parecería ser de derecha. Todo indica que el caso --que insólitamente las fuerzas de seguridad y la justicia no logran resolver-- camina hacia callejones de difícil salida.
La señora de Recoleta I
La justicia nacional y la porteña llegaron a Melhem por dos caminos diferentes. El juez nacional-criminal Manuel De Campos, por pedido del fiscal Leonel Gómez Barbella, ordenó el allanamiento de la imprenta en la que se hicieron los carteles.
De allí se llevó las cámaras y, además, el dueño de la empresa, Julio César Franchino, contó cuándo le llegó el original del afiche y los 282.000 pesos del adelanto. Con ese dato, se visualizaron las cámaras y se determinó que el original y el dinero los entregó el chofer de un Fiat Palio.
Emanuel Montiel, chofer del Palio, dijo que era conductor de Uber y que todo se lo dio una señora que vive en la calle Billinghurst, en Recoleta. Eso llevó a la identificación de la señora. Un poco después, la justicia porteña también llegó a Melhem, a través del vendedor de la imprenta que dice haber arreglado con ella la impresión de los carteles.
La señora de Recoleta II
Cuando la Policía Federal fue al departamento de la calle Billinghurst, Melhem no estaba. Al día siguiente presentó un escrito representada por el poderoso --y costoso-- estudio Cúneo Libarona. Matías, el hermano menor del mediático Mariano Cúneo Libarona, sostuvo ante el juez que el delito de los carteles es muy menor y que por lo tanto no había razón para detener a la señora. Curiosamente, el juez De Campos le dio la razón y no sólo anuló la orden de detención sino que ni siquiera le fijó una citación para que declare.
Melhem no es de esas mujeres que publica y publica posiciones políticas en las redes sociales. Sus publicaciones, varias, más bien tienen que ver con yoga: “práctica de yoga Nidra, guiada por Lilian Melhem, profesora de Raja Yoga”.
Sin embargo, su posteo más duro se produjo en septiembre de 2021. “Mis padres, la piedra roja (se refiere a las dos que puso frente la Casa Rosada), tanta bronca, tanta impotencia. Encerrados ellos, encerrados nosotros por el capricho oportunista de dos diablos mal nacidos. No podemos ni debemos perdonar. Recuerdo que mis padres me decían 'por qué no firma con Pfizer y vacuna, si no esta pandemia nos va a matar'. Solo ruego a Dios que haga la más dolorosa Justicia Divina para estos desalmados. Solo espero tener suficiente vida para verlos caer con su propia maldad”. El texto está acompañado por las fotos de las dos piedras colocadas un mes antes --agosto de 2021-- frente a la Casa Rosada.
En verdad, Eduardo Melhem falleció en noviembre de 2020 y su esposa once días después, pero aún en Estados Unidos, las primeras dosis de Pfizer se aplicaron el 14 de diciembre de 2020. La primera vacunada fue Sandra Lindsay, enfermera de Long Island. Es decir, era imposible que los Melhem hubieran estado vacunados para la fecha en la que murieron. No obstante, la hija expresó ese nivel de dolor lógico, pero con la agresividad propia de los influidos por la oposición.
El misterio del Jefe
Este viernes declaró en la justicia porteña el vendedor jerárquico de la imprenta, Francisco Serrano, que es el que trajo el pedido de impresión de los afiches. El hombre dio una explicación curiosa. Dijo que se contactó con él una mujer, que usó el nombre de Micaela Calvo, y a la que no llegó a conocer. Se comunicó siempre por mensajes de texto y mensajes de voz de whatsapp, además de mails de Yahoo desde una cuenta norteamericana que ya fue dada de baja.
Serrano sostuvo, además, que nunca vio los carteles ni supo de su contenido, por lo tanto, la responsabilidad de la impresión le cabe a su jefe dentro de la empresa, que sí vio lo que se imprimía y no lo impidió.
En la fiscalía de Tereszco no dudan que Micaela Calvo fue el nombre que usó Melhem en esas comunicaciones, porque está claro que ella fue después la que entregó el dinero del adelanto y el pendrive con el original del afiche.
Serrano le aportó al fiscal porteño los mensajes y mails enviados por la señora y en la fiscalía escucharon los audios. En varias ocasiones, ante preguntas de Serrano, la mujer contestó: “tengo que consultar a mi jefe”.
El perfil de Melhem
Melhem no exhibe demasiado interés por la política y no da la impresión de haber ideado algo tan sofisticado políticamente como los afiches. El texto de los carteles es feroz contra Cristina --la trata de asesina porque el gobierno no firmó con Pfizer, supuestamente por influencia de ella--, pero a través de un código QR se relaciona con una página de internet --Cristinauta.org-- en la que se reivindica a Alberto Fernández. O sea, el objetivo fue engendrar violencia dentro del Frente de Todos y contra CFK.
El perfil de semejante operación no parece ser el de Melhem, pero sí tal vez de alguien de su familia. Uno de los integrantes del grupo Melhem estuvo en la Casa Rosada durante el gobierno de Mauricio Macri, en una visita a uno de los vicejefes de Gabinete, Gustavo Lopetegui. Ese empresario, además, exhibe algo de actividad más insistente y relacionada con Juntos, que Nilda Melhem.
Desde el punto de vista informático, la operación de los carteles, con código QR, host de página de internet norteamericana, cuenta abierta y cerrada en Yahoo, implica cierto conocimiento, que no es ajeno a Melhem, pero más bien apunta al que ella denomina su “jefe”.
La sombra opositora
Llama la atención que las fuerzas de seguridad y la justicia porteña y nacional no hayan podido descubrir en dos semanas quién estuvo detrás de los carteles que se pegaron en pleno centro de la capital del país.
Lo que parece estar claro es que por el perfil de los Melhem, la maniobra tiene al menos como protagonistas a personas que sintonizan con las ideas del PRO o de Juntos por el Cambio. No está esclarecido quién es el “jefe” que menciona Nilda Melhem, pero parece evidente que no está alineado con el peronismo.
Parte de las claves están en los celulares. Serrano debió ser detenido desde el primer día --como reclamaba el fiscal Gómez Barbella-- y, sobre todo, secuestrado su teléfono. Eso hubiera llevado mucho más rápido a Melhem. Y lo mismo respecto de la señora: no se entiende que el juez De Campos le haya dado tanta ventaja. Revocó la detención de Melhem y no se incautó su celular para ver sus conexiones. La lentitud es llamativa.
Dificultades para la investigación
La lógica indica que De Campos citará a Melhem en la semana que empieza. Sin embargo, por lo que se deduce del primer escrito de su abogado, Matías Cúneo Libarona, será difícil que la mujer declare.
El letrado sostiene que no hay delito porque no se probó cuál es el perjuicio de pegar carteles en las carteleras, tal como afirma el denunciante Enrique Pepe Albistur. En todo caso --según Cúneo-- la competencia por un delito de escasa pena como hurto o defraudación por entorpecer el normal desenvolvimiento de una explotación comercial (la cartelería), corresponde a la justicia porteña, donde --como se sabe-- el macrismo juega de local.
Hay, sin embargo, un ángulo que debería tenerse en cuenta. En los carteles había una incitación a la violencia política, tal como lo prevé el artículo 212 del Código Penal. Esa fue la fórmula de la acusación presentada por el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. Su razonamiento es que hubo un ataque contra las instituciones, contra los tres poderes del Estado.
La denuncia del ministro cae en el terreno federal y está ahora en manos de la fiscal de Comodoro Py, Alejandra Mangano, a quien le delegó la investigación el juez Sebastián Casanello. El expediente está en los inicios y como en las otras dos investigaciones, nada presagia que se avance rápido hacia los culpables